2011/11/29

Imprenta

En el fondo neutro me has visto. Estándar, conforme, consistente he estado frente a ti. Esa voz que me has dado -más tuya que mía- ignora la a que no se cierra bien, la ce mentida, la ge grosera, grotesca que el calígrafo abandona pronto.

La entonación la he insinuado y el contenido tal vez lo forcé. Estoy allí como fantasma, como silente rector; menos que esfuerzo de poeta, menos que voz de trovador, un ser intuido a medias, un lerdo Cyrano lejos de Bergerac.

Siempre es un grito acallado mi cuerpo, en busca de un cómplice que se declare lector. No me piensas, soy un flujo, una lluvia, un río. Un exceso, un desborde, una continua sucesión. Una sarta de alfabetos en desorden.


El río mío de letras se ahoga en sus rayas perdidas, deformes, obscuras; ahoga también la palabra toda, el uso de la palabra, el discurso y la lectura. Tipo mejor que el gafo grafo, cojo y maldicente, aunque ambos tambaleen la triste vera de esta mente...

Deseos de enlistarse al batallón

Me gustaría, a la larga, terminar de enloquecer. Este punto intermedio con titubeante gramática y restos de decencia, no es tan útil a la paz del alma. Cuando el fonambulista da el primer paso, sabe que no hay vuelta, solo adelante. Este camino, en cambio presenta unos retrocesos dolorosos, en los cuales se descubre que miércoles no es el tipo de sustantivo que uno agrega a una ensalada, aunque haya dicho días atrás, el martes, no el miércoles, haberse comido una ensalada con eso aderezado; o descubrir que esta rígida forma es una mancha en la sombra cósmica de un jaguar perdido, no la constitución de un país o la ley gravitatoria.

Debe ser maravilla volver al pañal y la neonata inocencia de la ausencia de palabras, no tanto por abandonar el intercambio monetario o el trabajo esforzado, sino por la dilución de los conceptos.

La felicidad de la locura viene tras muchas fronteras rotas, estando en solo algunas es mucho el cascajo de vidrio roto lacerando los signos. Dan fiebres y bajadas que intentan recuperar la oveja perdida, mundo de pastores, mundo de ovejas pastoras, hacia el fuego del hogar. La oveja renegrida no se ha perdido, está fuera de sí, no está en sí, pero no hace espuma.

Largo trecho para dejar, para cortar el hilo de Ariadna ovejuna en el laberinto de otro que no es el minotauro, uno que es el niño esencial de Nietzsche o de las fantásticas historias.
Mientras, seguirá el ejercicio de la discreción y la contención, cobardes apariencias sin gracia del tipo sin carácter, el prudente cuidado de la norma ajena y el culto por la claridad y la rectitud del pensar. Sí, antes de que se pueda perder, la claridad del pensamiento es agobiante y nada más triste que un cuerdo a medias. El demente a medias ya ha logrado algo porque va en el camino de su perdición; el cuerdo a medias está perdiendo lo que creía tener.

La verdad no hay cuerdos, solo crédulos. Los incrédulos buscan y tienden a perderse. Los incrédulos perdidos: el batallón heroico de las almas camino a la locura.

2011/11/27

Contribución a la etología felina

No siento cuando sube a la cama, es sigilosa. Sí siento cuando salta hasta el televisor y su regordete cuerpo se posa con sutil elegancia sobre la caja tonta. Da algunos de esos mínimos pasos y se posa. Se sienta con pose de reina y mira la cortina.

Yo desde el salto estoy volviendo de mis conferenciados sueños, cosa que no viene al caso. Sé por referencias de terceros, por reportes personales entregados a mí y por la experimentación con sujetos de estudio, que los humanos no son dados a despertar, menos por agentes externos; así que creo que pocos se alegrarían como yo con ella despertándome con ondas de choque en mi colchón. Podría ser un cobro kármico, puesto que yo por diez años torturé sin saberlo a uno de mis hermanos, despertándolo con una sacudida en los pies, cinco días a la semana, diez meses al año; cuando él pudo despertarme, me zarandeó suficiente para despertarme por varios días y con eso aprendí que las ánimas jalando patas desde el más allá son realmente una espantosa amenaza metafísica; inicié esta desafortunada ‘frase’ con podría ser un cobro kármico, hace más o menos mil palabras y cuatro tristes novelas, pero no lo es. De hecho, yo disfruto el salto minino, así me tome mil palabras volver del mundo de los sueños. La razón es simple, mi aparatoso despertar ensambla con su elegante ritual.

Si no es obvio, no solo me despierto, me levanto de la cama y camino. Lola me ha entrenado para cumplir una simple tarea que es a diario mi primer acto de servicio al mundo. A tientas, titubeante y sonso (esto no a causa del sueño sino de mi continuada existencia), y abro la cortina, la cual ha sido el objetivo de la mirada fija de emperatriz, de esta inmutable emperatriz. Ella cambia el enfoque de sus ojos hermosos y si algo atrapa su atención, mueve la cabeza. A menos que sea un día muy frío de esta ciudad sub-glacial, entonces mantiene el enfoque hasta que yo quito la condensación del vidrio; entonces cambia el enfoque y tal vez se mueva.

Yo la miro y ya, me gusta que esté allí. (Viene siempre, se queda pocos días.)

La miro y no más, porque ella no me deja tocarla. Está bien, es independiente y fascinante. Es suficiente para mí que exista y yo tenga noticias de eso, ¿para qué voy a querer contagiarla de mi patetismo?

A veces a hurtadillas, casi a escondidas, se sienta cerca cuando yo me siento a trabajar en el computador. El perro delata su ubicación, los perros son otra historia. Le beso la cabeza, la frente para ser exactos, cuando ella lo permite. Supongo que igual que el perro, un día andaré con un rasguño en la nariz por esa costumbre. Vuelvo a trabajar, como ignorándola, ella vuelve a cerrar los ojos ignorándome sin ignorarme. La veo mover su oreja vigilante, casi mirándome, llamándome al orden para volver a trabajar e ignorarla realmente.

Cuando como arequipe, siempre aparece y aunque los libros dicen que los gatos no perciben los sabores dulces, yo la veo una dulcera delirante.

En las tardes cuando vuelvo de la ronda por el mundo, ha vuelto al televisor a ver por la ventana. Por algún tiempo se queda en el mismo espacio conmigo. Luego se aburre y busca algo que la entretenga. Se va con su paso real y el aura de solemnidad de la habitación se disuelve. Ya ha anochecido y yo no tengo fuerzas para seguirla. Tampoco nada que ofrecerle.

Vuelvo a dormir. Mañana tal vez me despierte.