2015/11/14

Perrosy gatos

Un perro es un lobo casero. Un gato es un gato. Ambos solian cazar.

La gente solía ser de la rama de un bípedo feliz que solía cazar, roer, y hacerse a frutas.

Viven ahora juntos, bajo los techos de la industria.

El perro se hace amar con su agotadora lealtad. Correremos juntos. Veremos el pasto, el lodo, el árbol, la lluvia. Y luego otra vez. Te arrastrará al afuera. Ese animal no es del adentro, no le permitas perder su exterior. Deja que te saque. Nunca dejará de intentar hacerte feliz. Babeará, traerá, correrá, meará, saltará y ensuciará sin parar. Todo para hacerte feliz. No sabrá cómo hacerte feliz, pero intentará todo lo que sabe hacer hasta lograr tu plena y simple felicidad. Su constancia duele. Los malditos perros tienen una constancia tan grande que les agota la vida y lleva a que los malditos perros se den el lujo de morirse frente a ti. Posiblemente pensando en que tienes que ser feliz. Malditos.

El gato entiende cosas, es crítico. Será cercano y amoroso pero no serás el centro de su vida. Justamente al revés: él será tu centro. Lo verás en sus artes mágicas de locomoción y lo amarás. Lo adorarás. Es tan sorprendente cada cosa que hace este ser que no creemos que sea el mismo animal que defeca de forma tan prosaica en un cuadrito de arena. Te sanará. Te llamará al orden. Te lastimará si es necesario. Estará cerca, como los amigos de verdad, y te dará y se dará todo el espacio que requieran para sobrellevarse. El gato te permitirá que lo tomes por modelo. No lo dejes caer en la pereza. Pero que sea un ser superior no le quita que conoce el amor. El gato te amará en tu sosa existencia. ¿Cómo no amarlo? Sus incontables asombros agotan también su vida. En un instante dejará de ser un superhéroe de peluche con los ojos más bellos de entre los mamíferos y será mortal.

La gente, creo, está condenada a la soledad y a las preguntas. Tiene el don glorioso y espantoso de recordar. La gente ha aprendido a sobreponerse al dolor. Incluso al dolor que dejan los amigos que se van.

La gente a veces logra tener una nueva amistad no merecida con algún ser maravilloso. Y vivir en la misma casa con sus amigos peludos. Entonces puede saber aprender lo que es la vida.

La traición

Yo recomiendo la traición, ese fantástico mecanismo de transformación, el motor que hace girar el mundo. La recomiendo tanto que la he lanzado contra ti y tus huestes. La recomiendo porque está en el top diez de las cosas asquerosas que harás antes de morir, el top cinco de las cosas más intensas que tu mejor amigo haría por ti y el top tres de las cosas más peligrosas que no sabes que te están pasando en este momento. La traición es el mejor regalo y el premio máximo para reciprocar esta insoportable convivencia con el mar de las gentes. La recomiendo para todos, porque a todos llega (más pronto que la muerte, más pronto que el atardecer), la recomiendo bien sea cercana y breve o dilatada y mortal. Recomiendo que sepas que serás traicionado, que estás inmerso en una hórrida traición que aún no conoces cuánto te va a afectar.

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Los traidores no abundan. Pero no es accidente. Es una simple conclusión, consecuencia simple de humanidad. En la esencia humana está la traición. La dualidad que engendra la historia se basa en dos premisas simples: existo, luego traiciono; y ser es ser traicionado.

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No pierdas el norte, recuerda siempre preguntarte '¿Qué hubiera hecho Jesús?'. Te diré: caer en la trampa. Su historia no tiene sentido sin la puñalada en la espalda (en sentido figurado, porque como la traición se semeja más a una lanza clavada en el pecho). Uno de los suyos lo vende en la más tonta traición sufrida por un ser que todo lo sabe. Después la chusma (la democracia prefigurada) traiciona a su salvador por un ladrón.

Muchos sostienen la herejía de que este dios hizo un Judas Iscariote glorioso, a la medida de la más impía traición de la historia, que en el traidor de los traidores está en semilla y potencia la luz de la esperanza del mundo mortal, diríase que Judas es el dios mostrándose en sus misteriosas formas. Quizá así sea, no traicionaremos aquí a los herejes ni a su causa, a saber, afirmar que este dios es el primer traidor y el máximo. "¡Elí, Elí! ¿lama sabactani?" ("Señor mi dios, dios mío, ¿por qué me has abandonado?"), ¿recuerdas?

En esta historia, el personaje divino traiciona a su vez al traidor: Iscariote por suicida no va a ese cielo que se abrió para todos esos justos que ama el señor; no, esa puerta que se abre para el ladrón de la cruz de al lado, para el soldado que le clavó la lanza, para el paisano que le escupió en la cara mientras arrastraba el madero, al cura pederasta y al dictador asesino, no se abre para un amigo querido del cordero de los dioses, que le cuidó hasta el fin y con su muerte moldeó esta teodicea.

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Traicionar es cambiar al mundo. No te preguntes si queda mejor o peor, esta gradaciones son ridículas: todo siempre está peor. Imaginemos sobre Eva, Caín y todos en esa misma historia. Nada sería historia sin tantas traiciones. El rey David envió a la guerra a un amigo para tener su viuda. Amigo, viuda, gradaciones ridículas. Solo un gran ciclo de traiciones. Pedro traiciona al negar y luego cuando teme ir a Roma.

El traidor es un maestro. Luego de esto, aprendemos sobre la vida. Nos quita el pesado estorbo de la inocencia. Un traidor es como el primer amante, que nos rompe la idiotez para mostrar algo fascinante. El primer traidor de nuestras vidas nos abre el camino al placer de la trampa y la reproducción de la maleficencia.

Traicionan también de forma cotidiana en las telenovelas y de forma graciosa (muertes, desfalcos, despojos), pero tú traicionas con crueldad. Traicionas a tus padres al arrancarles el gusto de ver lo bueno de ellos multiplicado en el mundo; te traicionas a ti, porque al cabo eres esa persona que odias por cada nimiedad y por todas las ruindades que te has permitido; traicionas nuevamente cuando espiras muerte sobre tus hijos, cuando compras basura para fingir tesoros, cuando fijas con odio tu legado tóxico, cuando les mientes sobre la muerte del árbol de la vida y cuando les enseñas que cada presa debe ser tomada. Tú que solo querías lo mejor para ellos, aceptas que tu comodidad bien vale que ellos corrompan su sangre. Siempre y cuando no lo sepan.

Traicionas el amor con esas miradas estúpidas y ese deseo enfermo. Hasta merecen elogio los fluidos que caen y resbalan sobre la piel ajena en cada oportunidad posible de adulterio; la traición es diluir en la persona de carne vibrante que comparte contigo la idea mentida de un ser lejano que quieres poseer cual cerdo cachondo y la sórdida humedad del sexo hermofrodita de los caracoles. No te preocupes, aquella otra persona te traiciona igual: imagina sus viscosos órganos enredados en un acto porno caníbal junto a tu propio y personal Iscariote.

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El trabajo es la huerta de la traición. Si tasas tus sueños en oro, te traicionas a ti, a los que te precedieron y a los que seguirán el enlodado camino que dejas. ¿Vacaciones, jubilación? La vida te traiciona: ni trabajar es vida, no como tú lo haces; ni vacacionar es vivir; ni pienses en jubilación, no llegará o no será vida. Pero esto es abstracto, mientras que aquella persona que está hablando al oído de la presidencia (el bono, el gran cliente, tu propia cuenta, lo que sea) es la traición material y concreta, sus ardides y pasos son clavos en tu ataúd. Sus palabras, dejémonos llevar por los clichés, son veneno: palabras neurotóxicas, palabras necrotizantes: matan el cerebro de quienes podrían confiar en ti, pudren tus ya escasos logros.

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Espera, todo está listo.

¿Quién si no tú para el papel estelar en esta gran obra? Mira cómo los telones se levantan. Te han dicho qué decir, sin embargo, te alegra que tú has participado en la redacción del libreto, tienes tus motivaciones y tus giros dramáticos. Imaginas que la trama va rondando desde y hacia la comedia. Las luces del escenario te agrandan, ¡cuán grande es tu sombra! ¡Cómo resuena la música, cómo nos eriza la piel el grito de los cobres! Todo palpita y crece.

Al frente, solo se pueden entrever muchas cabezas, ojos, bocas sonrientes. (La oscuridad no permite distinguir los colmillos). La trama le satisface al público. Vivas y aplausos van salpicando este acto.

El intermedio es breve, todos se aprestan a compartir diálogos sonoros. Vas con la frente en alto, no te molestan las pequeñas imperfecciones, los otros actores fallan al describir tramas secundarias, así es la vida, dices, un destello aquí, un desliz allá. Nada fuera de lo fundamental. El nudo de la historia se establece: tu rol es heroico. El nudo se ha formado a tu alrededor.

¡Cuán bien va saliendo todo!

Aquí y allá vemos cómo Zutano y Fulano dejan sentados puntos innecesarios: hablan de peligros que no vienen al caso y cimas por venir. Más aplausos.

Intermedio.

Respiras, la escena empieza sin ti. Te van a allanar el camino. Son los coros que anteceden la gloria. Estás feliz: una pequeña pausa alivia el calor de las luces. Quieres recuperar el aliento para el gran cierre.

Vamos a ver una gran gesta realizarse: Vamos a ver cómo te has vuelto el cordero de este sacrificio. Vuelves al escenario antes de lo previsto, tu pie se adelanta. Nunca entenderás los movimientos siguientes. El nudo te ahorca, la incomprensión te inmoviliza. Vienen los dientes, de las gradas vienen seres unos rapaces y otros carroñeros. Tu sangre es el tributo que hace mover el mundo una vuelta más.

¡La traición nunca termina!