2013/04/14

Romanticón caduco

Uno despierta un día con antojo extraño, digamos, de oír cantar a Amaia Montero. El mundo conspira y mientras hace oficios domésticos, una vecina profesa cantando una "Dulce locura", ese drama de historia de amor sin cierre, de cierta confesión de error imperdonable y de la partida de un alguien incomparable a los otros... a todos los demás...

Resulta extraño traer bajo la piel ese espíritu romanticón tan barroco, tan caduco, y no sentirse perdido en este mundo cotidiano. La voz ronca y bizarra de Amaia, en solitario y con la parranda de nerds españoles que cuentan la historia de la oreja de Vincent, hace un poco de daño. Es un medio adecuado (atípico, indefinible, difuso) para transmitir esas fantasías posibles de la gente que se enamora. (Aunque se canta principalmente sobre la gente que se muere de amor, de desamor, de amores distantes o mal recibidos). Es una voz sonriente, casi feliz ante la imposibilidad e el destino incompleto de las relaciones. Casi suicida, emocionada por entregarlo todo ante apuestas más bien flojas sobre cómo la gente lleva a otros en el corazón.

El día avanza, hay caminatas con perros almuerzos con cargas enormes de grasas y carnes: deliciosos. El sopor de la tarde viene contento, llega con una cerveza refrigerada al punto adecuado. Y predeciblemente pero no sin cierta molestia, recibo otra vez a Amaia. Quiero estar a su lado, quiero querarla o morir. Claro: plagio. Ella lo dice sobre una imagen indefinida a la cual es reunida en un día magnífico. Ella se desvive en mil variaciones de su forma de celebrar el encuentro con alguien del que no sabemos nada más que su presunta existencia y casi confirmada llegada.

Uno se contagia, se ablanda el escepticismo, y se dice complacientemente: si le canta así, ha de ser un gran tipo. Claro, esto es un salto de fe basado en un reporte muy indirecto. Muy malagente, imagino que ella podría ser una acosadora. Pero esa voz arequiposa me convence en creer que una acosadora así haría bien en la vida.

¿Quién querría un monumento en mármol de quince o veinte metros, un premio Pulitzer o una Orden de Boyacá, en vez de una Amaia enamorada y perseguidora como recompensa a una vida bien llevada?

Tal vez el virus romántico me ataca de nuevo (¡jah!, dizque 'tal vez': ¡seguramente!), porque reconozco la melaza en la anterior pregunta. Explican los microbiólogos, los inmunólogos y yo, que lo supuse antes de leerlo en una nota científica de periódico de domingo, que los virus no abandonan el sistema en el que han habitado, solo que entre el huésped y el visitante se crea un arreglo para que el último no se tome -a menos que el primero dé papaya- el poder nuevamente. Es decir, se puede vivir muchas veces la misma gripa.

Este herpes romántico está lanzando nuevos brotes en mí estas horas dominicales. No al punto de nuevas baladas y definitivamente no al punto de gestas imposibles. Pero se siente ese golpe raro en los cachetes que fuerza una risita estúpida, como si algo en el mundo andase bien.

Como si una mujer pasajera aclarara luego de ingentes halagos que 'el himno que escribo es sincero' y uno pudiera creerle. Si ella (imposible de entrada) estuviera acaso dispuesta a creer que 'me iba a morir de amor al verte sentado en mi portal'. Como si creer semejante idiotez, no la desclasificara por psicótica, obsesiva y neurótica. Como si eso no fuese un error de entrada.

Hay gente que conoce a la pareja de su vida en un bailadero, tal vez sonando algo tan intrascendente, en otras dimensiones, como Calvin Harris o Rihanna. O Lady Gaga. Incluso los debe haber cuyos corazones son adecuadamente expresados por estos seres u otros, como Otto Serge, Jorge Oñate, Moderato o Panda. Bueno, o Moby, o Sting: sí, también pueden ser estos u otros, porque no que estoy apuntalado los corazones a canciones espantosas. ¿Por qué no creer que la filosofía acumulada (¿escondida? ¿atribuible?) en la obra musical de Iron Maiden o de Calle 13 es un requisito para un vínculo erótico- afectivo entre dos almas? (Nótese: Almas. Esto es ya un indicio de perversión del pensamiento. Claro que el amor como  ente infeccioso es un tema romántico clásico. ¡Qué bodrio! Aclaro que si fuese entre almas, lo erótico sería mucho más aburrido).

Bajo esta multiplicidad de gustos y disgustos musicales, podría esconderme y no defender en particular a la señorita Montero. No tendría que explicar que busqué infructuosamente una supuesta versión de 'Nothing compares 2 U', ni que esta pieza es imposible pero que sería una joya porque con ese tema los nerds antedichos decidieron que era ella y su voz anormal la que debería acompañar sus cursis ensayos musicales. Ni que me saca sonrisas su sonrisa, ni que me gustan sus faldas y sus carnes entrevistas.

Hay algo allí, no lo niego, pero pienso dejarlo enunciado hasta ese punto. Lo que sí quiero contar es que encuentro en ella una imposibilidad existencial crítica. Ya habiéndote burlado, por el hecho que hayas pasado los ojos y la mente por semejante término tan escabroso, lo importante por decir es que su existencia es imposible de modos críticos. Por un lado, los años y el márketing la han hecho cada vez más cercana a su arquetipo físico, borrando lo que ella tenía de accidente. Sí, me puse pesado. Creo, para salir de esto rápido, que lo que hace a la gente gente es la acumulación de historia, los desperfectos, las cicatrices, las arrugas, los cuentos de historias maltrechas. En ella, sus brazos gorditos, sus cachetes. Aquella mujer de belleza local que uno podría fácilmente poner en una taberna en algún lugar de España bebiendo cerveza, o en Quiebracanto de vacaciones taconeando salsas con la misma cerveza, es ahora una sombra a lo barbie de sí misma.

El mercado lanza nuevas voces y ella ha creado una categoría. Primus inter pares, podría decirse. Un grano de arena en esta playa de mi vida (para seguir con las referencias mal escondidas). Su unicidad se desvanece, a la vez que se convierte en un estándar. (Otro ataque romántico: lo único e inefable de un "alma" [¡qué horror, mea culpa!] y por tanto la pérdida infinita cuando la única y especial alma se desvanece).

Claro, es el paréntesis el problema real, no las farsas dichas a todo volumen. Que más linda, que repetida y copiada, y en ambas un dolor existencial. Bullshit, mierda o (en una expresión caribeña) "ya vino a hablar". La imposibilidad es que esa pose, esa persona (imagínate que aquí está escrito persona en griego antiguo y se hace una referencia a lo que eso significa), ese personaje que reflejan las canciones romanticonas llenas de 'rasgar vestidos', 'muertes' simbólicas y poéticas todas, de lágrimas, dolores y cosas enterradas, de princesas, de dementes, de fenómenos atmosféricos con cargas emotivas, de renuncias, abrazos, despedidas, confesiones, etcétera, no existe.

No en este universo cultural, no en ese. Es una condensación, un compuesto, un concentrado. Un bebedizo, si se quiere. De eso ya no hay. Posiblemente la sobredosis de ridiculez de las producciones televisivas y fílmicas en contraposición y cooperación con la sobredosis de realidad de las historias vivenciales del amor hacen impensable e inviable un ser que se defina así.

Sí, inviable. Como lo sería un mamífero sin corazón. (Siempre quiero un oxímoron, pero resulto con cosas confusas como estas.)

Bueno, y si tal cosa existiera, y fuera Amaia su ejemplo, no tiene duplicidad. Siguiendo con un hilo biológico, sería la última de su especie (una trama, nuevamente, romántica). Cosa que muchas y muchos (en especial las y los que se sientan aludidas y aludidos con este paréntesis) considerarían una victoria. En otro lado se podría discurrir sobre el dispositivo de dominación que es el romance y el amor romántico. Un par de artículos he encontrado y supongo que miles de títulos se acumulan en bibliotecas físicas y virtuales en todo el universo académico al respecto.

En otro título académico (sí, esto es un rodeo más) consta que en algunas décadas se podrán evitar y tamizar todas las causas congénitas de la sordera; y que los implantes cocleares serán biotecnologías al alcance de todos; ergo, la sordera y los sordos serán una imagen en sepia de un pasado más difícil. Los sordos protestan. Hay en ese modo de vida un carácter especial y unas peculiaridades culturales que no quieren perder. ¿Podría entenderse que una familia de padres aceptara una sordera curable para mantener una magia cultural difícilmente explicable para quienes oímos?

Podría ser que se mantengan esos legajos de tristezas históricas. Como los modales de los restaurantes que emulan cortes corteses. Puede ser que relaciones firmes guarden un poco de dulzura loca. De la dulce locura que se va con el domingo que acaba.

Mañana puede ser que me ataque Nirvana o The Clash. Y todo será mejor.