2009/04/12

Teatro de la Muerte Acto final

No quedan luces en el mundo. Dificilmente se captan los perfiles.

-Le hablas a un muerto.
-¿Tanto tiempo tardó esta conclusión?

Se cierra el telón. Intentos de aplauso pronto acallados.

El mal

El mal tiene caras y fauces. Los mojigatos crean máscaras y creen luego que allí habita el mal. Yo no le conozco, no más allá de su sensual voz, aquella con la que me hala hacia el desprecio de lo humano. Sé, por la vivencia en el mundo, sus historias y he visto los sangrantes restos de su paso.

Imaginar podría que su forma contiene tristeza y rencor, pero haría como el perro de Pavlov, creyendo que la carne emite campanadas. Gustaríame más, mucho más, fortalecer la mitomanía de tornarlo persona: decir que a su paso el Sol se dobla y bajo su sombra se gestan holocaustos[1], que su mirada alberga pecados contados en números primos, que tiene garras para segar la verdad y colmillos que hunde en carnes vírgenes para engrosar su dolor.


En tono fabulista mentiría que es una semilla a punto de germinar, lluvias de negra voluntad le permiten enraizar en el poder del hombre y fructificar.


O, cínico, admitir que es una eficaz herramienta, el apoyo para el tempo duro, la manera que hace posible cruzar el umbral, la fuerza que falta y llega cuando otras se rezagan o resignan.

*[Relleno]*[Relleno]*

El mal es cínico también y ser ríe de ti. Ahora y entonces. Mi Lord ordena explicar que no está afuera. No. El ser con patas de macho cabrío ya no ronda los bosques ni los caminos. Duerme contigo y lame tus genitales. Cuida que te laves los dientes y te recuerda, al oído, que eres nada. Acaricia a tus hijos con tus manos y te folla mientras esperas que el semáforo cambie.


No habita en tu corazón ni pone placas lípidas en sus arterias. No juega póker con dios ni le interesa ganar tu alma (tú no tienes alma). Y tampoco le importas a dios porque, es obvio, no existe tal cosa.


Tampoco creas, estúpido, que eres el mal. Ni que tienes control sobre él. Menos aún que puedes hacerle frente.


*[Relleno]*[Relleno]*

Intenta obrar bien, caerás.

Obra bien, herirás.
Maldice, corrompe, destruye: no habrá recompensa.
La fe timorata y ciega no es luz.
El sacrificio irreflexivo es tontería.
La moral es imposible.
¿Belleza, gozo, pureza? Luces fatuas que emana el pantano.
¿Dolor? Es la naturaleza.
Las tinieblas no vendrán al fin: Siempre ha estado oscuro todo.

*[Relleno]*[Relleno]*

Mi Lord es quien forja las esperanzas todas, son éstas barras incandescentes para reconocer su ganado. Tú cargáis sus fierros ardientes de un lado al otro y así marcáis tu lomo. Obediente nada eres.


Bienvenido al hato, si no es de vuestro agrado, id, seguid a los ejércitos de taumaturgos hasta hallar en su número uno que concuerde con vuestro furor. ¡Atento!: que el credo se escoge según el tono de vuestro desprecio. No para contrastarlo, sino como énfasis y acento. En ninguno se os pedirá —en todos se castiga— que robéis, violéis, mintáis, matéis; nada de qué preocuparos, de otras formas prestáis servicio a mi Lord.


Multiplícate.

Cría a tu vástago, eso bastará. Da eso que llamas amor. Sí: ama, ámalos a todos, ámalos tanto como puedas. Tú sabes cómo. Ámalos hasta que no puedan resistirse. Sé tú mismo, entrégate así como te has hecho, fiel y noble súbdito, continúa siendo como eres. ¡Derrocha en amor! ¡Emana tanto amor como puedas! ¡Que tu amor se desborde e inunde!, ¡que arrase y barra!, ¡que lo cubra todo! ¡Que lo anegue todo!

*[Relleno]*[Relleno]*


Uno ha caído contra el asfalto de su destino antes que cambie el rojo que te detiene. Sangre. Silencioso, aguzado, sigues el rastro de la destrucción. Es tu forma favorita de espectáculo. Sangre, ¿cuánta más puede haber? Deseas —ansioso, excitado— más. Las alarmas suenan y tú huyes. No eres heroico, no eres culpable. Salvar el pellejo, luchar otro días más, te consuelas.


¿Cuál pellejo? ¿Cuál lucha?


¡Ah, sí!: Tu vida.


¿Cómo olvidarla si es el epicentro del drama de la historia del Universo? Sigue con ella. Olvida las pesadillas. Duerme bien. Cuida a los niños. Lávate los dientes. Y mañana, cuando vuelva la sed del espectáculo, cuando te abandones y te entregues, no aprietes tanto el culo, ni finjas pudor. Tú sabes que te gusta.


[1] Me refiero a las masivas matanzas, movidas por el orgullo y la pasión cebada, y conservo el término solamente para ofender a sabios de artes sacrificiales.