Yo recomiendo beber solo. No me refiero a una copa de vino después de unos fetuchinis a la Alfredo. ¡No! Ni a una cerveza un soleado domingo: Me refiero a embriagarse sin motivo estando solo en las cuatro paredes que encierran la vida, o bien en la soledad cómplice de un populoso antro cualquiera, en un día entre semana sin festejo ni compromiso, a verter del gaznate al esófago un vino barato, un licor regional con sabor a residuo industrial o cantidades ingentes de alcohol sin denominación de origen pero con clara nominación de final fatal.
Beber solo: Embriagarse sin el parloteo ajeno, ojalá sin el propio; que el ruido sea de mujeres baratas o ajenas, músicas pobres en disonantes aparatos o las angélicas músicas de la lucha de los vehículos por llegar a ningún lugar; cuánto mejor si hay disparos, disparates de un bobo de pueblo cualquiera, agonizante si se puede, o simplemente el ruido del silencio de un farsante fracasado. Sí: esa respiración cansada que tantas veces se ha oído en tus cercanías.
Los logros y las ventajas son evidentes, como las verdades que ya no se guardan y los fulanos de la calle quisieran no oír. La consciencia, esa carga inútil que sólo aparece después de la derrota, ese obstáculo absurdo que priva el placer, se diluye en el alcohol sanguíneo como la carne en el ácido, dejando ese olor mortecino que hace tan agradables las carnes embutidas. A muchos nos basta este retorno a lo esencial, a la insensata y ciega madre, esta vuelta a la semilla pre- homínida, a la semilla reptil o (si se bebe para que sea la última y definitiva tomata) a la semilla bacteriana de la que vienen todas las cosas buenas de la vida: comer, defecar e intentar multiplicarse. Ebrio y solo he comido, cagado y tirado, siendo esto tan satisfactorio como puede ser para un individuo el comer, el cagar y el tirar. Mojigatos, como siempre aparecen, dirán que el placer culinario es cual el de los italianos con buena charla, buen libro o buen licor. Digo que venga Pompeya otra vez sobre los sobrios mojigatos, que la charla siempre ha sido un triste invento para llenar el hermoso silencio con anuncios de estupidez; y los libros, son mejores en la ebriedad en que se compusieron o son tan malos como la lóbrega claridad que los impulsó.
Complicaciones innecesarias, en todo caso.
Lo básico es la tibieza animal y la dificultad de articular el yo. El reconocimiento de la mentira del yo. La tranquilidad de no ocuparse de otros malestares y condescendencias. La potencia de encontrarse ante la noche mortal que se cierne sobre todo y ahora está un paso más cerca. Para qué el baile y la sensualidad ante el mal infinito y el inmejorable (porque en él ya no hay nada) destino último. Lo básico es que no hay yo ni hay explicaciones. Me he entregado al tiempo al beber esta botella y he entregado mi tiempo a desocuparla; la vela de mi vida sigue quemándose y yo al fin siento su calor. Ya no corro, ya no huyo, ya no soy esta sombra de mis deseos incompletos.
La porquería que es el mundo se mastica copa tras copa, haciéndose una plasta indigerible que pronto deja de preocuparme porque es expulsada. Vomito el mundo, el mundo me vomita, esa porquería ya no está en mí ni yo en ella. Mi alma se limpia. Mi cuerpo se limpia. El mundo se limpia, temporalmente. He ahí el problema.
Mas beber solos nos acerca cientos de pasos a nuestro destino mortal. Otra ventaja más: ebrio y solo, los tontos avisos de peligro se ven como deberían ser: publicidad mala y engañosa al mundo de los muertos. ‘No vengas, quédate aquí sufriendo’, dice el cartel en la baranda del puente colgante, ‘El mundo es más dulce contigo’ dice el raticida sarcástico. Y ya uno no se deja engañar: salta y bebe. O cual el ruso feliz que siempre envidiaré: turbio en vodka se va a dormir en la nieve y ya no despierta. La buena muerte que rezan las ancianas arrugadas en la cabecera de los que han sido arrancados de la vida llega a los que abrazan el veneno en tranquila unicidad. Tanto mejor si cantaran una letanía simple, confirmada en el rito de levantar siempre una vez más la copa llena y deglutir su amargo trago:
¡Salvífico licor que todo lo limpia!
En silencio y soledad.
¡Borra las mentiras y las verdades!
En silencio y soledad.
¡Néctar de la purificación, arde en mí!
En silencio y soledad.
¡Néctar de la purificación, arde en mí!
En silencio y soledad.
¡Incendia mi mente y disuelve mis carnes pútridas!
En silencio y soledad.
¡Obedezco, callo y bebo!
En silencio y soledad.