2010/09/26

Esbozo de testamento

Aquí me quedaré. El último tramo es oscuro pero eres luz. Gracias por tu fuerza que me ha traído a este punto.


Toma mi agua, tú la necesitarás. Sigue cuando sea prudente. 


Reza y olvídame pronto.

2010/08/28

Devoción

Devoción es lo que pido,
es lo que doy.

Di de mi amor que el siglo ha girado
y el mundo lo perdió;

Di que no me quieres,
que no soy yo;

Acepta -triste o augusta-
el fin, el no;

Piensa en mi sombra 
sin dolor,

¡Qué vengan nuevos días
con su resplandor!

Nueva arena, otros granos
y otra vuelta más a tu reloj.

2010/07/03

Crónica de la Locura Sincrónica

La expedición inició hace tiempo, mucho, eso no es lo importante, y tras la fina silueta, la escurridiza imagen evanescente hemos invertido ya casi todos los recursos. La presa ha dejado de ser el objeto de ese misterioso halo. Se nos ha presentado una tras otra vez, tentándonos, burlándonos. Momento para el cuento, no sea que la épica nos acorrale: La conozco. Me conoce. Fiera tal vez entrenada, ha demostrado ser no fugaz, pero sí múltiple.

Hablo confuso y me llamo nosotros, por ello inicio otra vez, para presentar como corresponde esta suelta crónica de la breve partida y la larga jornada. Éramos muchos y en un tiempo también fuimos legión. La ciudad nos hizo y en ella a la furtiva pieza estamos ardientemente buscando. Tras acercamientos exitosos, muchos hemos muerto, dejándome casi solo, y ante la angustia, escribo esta crónica del ars longa vita brevis.

Somos aún bastantes para poder montar varias guardias y cuidarnos del tedio y la norma. Él, en su turno la ha visto por vez última y ella, sincrónica, pues érase sincrónica y no sólo silvestre, le ha respondido. Sí, la vi. Y por ello cuento este relato del encuentro corto y la historia extensa. Era mi tiempo de garita. Tiritaba porque el calor era de salsa pegajosa. El sitio fue nominado café y libro, y ha de ser referencia al color de alguna portada, pues páginas no había, salvo las que la fiera (fugaz, múltiple) presentaba, y las que ahora entrevemos en el sitio de la lucidez ausente.

Quizá primero conviene decirse que el que monstruos busca, en verdad persigue otra presa: locura. Contemos, pues, la historia de la locura sincrónica que este ha encontrado en su mucho ruido y pocas nueces que sigue sin decir, como he venido a decir, que a ella le hemos dicho: “Tú conoces tu sino, y feliz aceptas que te han llamado por tu nombre”. Hemos argumentado las historias que acumula el buen calzado a favor de la locura. Tonterías también dije. De hecho en el momento clave, callé y hemos así perdido su pista.

¿Qué habrían dicho ustedes, de allá que no han entendido? ¿Cómo cerrar, me pregunto, esta jornada ante la noche clara y sentir que la expedición no ha sido un despilfarro? Creo que entendemos a la presa, pues seguimos su rastro sin ver su rostro. Con la técnica de Hertz, Marconi y otros atrapamos relatos distantes de inteligencias exteriores. Ocultos mensajes aseguramos enviar, por si llegara uno a leernos. Sincrónica locura, por si ella intentara caer en la trampa.

¿Volveremos, pues, a verla? Podremos concluir la expedición del abrir y cerrar de ojos, luego de la epístola, eso propongo. Montamos, por eso guardia ahora oyendo con ojos de pulso. La locura sincrónica viene pronto y habremos de leerla. La expedición que ha durado mucho pronto cobrará sus frutos.

2010/05/30

Cigarrillo

Yo recomiendo fumar. El cigarrillo es un efectivo medio de placer, una marca de quién eres, una declaración sobre la vida y el medidor de tiempo de la felicidad. Un influjo adolescente e inmaduro centraría la atención en cuan bellos, cuanto más bellos y sensuales, cuan provocativos, firmes y seguros nos vemos al fumar: como un Prometeo que no hubiera sido castigado y antes bien, se le rindiera tributo; como si Eros y Afrodita, por su deseo inflamado exhalaran besos de fuego.

Esta cierta, clara y evidente situación es una mínima parte de lo que implica ser fumador. Es el jardín solariego del palacio del cigarrillo, que se recorre pronto y que está a la vista de todo paseante desprevenido. Los pasillos interiores proporcionan otros complejos placeres. Cada cigarrillo es un placer, es un orgasmo a su modo, es el sentirse a explotar tras un festín, es experimentar la gloria. No en vano fumar tras el sexo consumado, luego de la victoria aplastante y como continuación del banquete de gula, es cosa dada por hecho, es un cigarrillo descontado.

Despertar esos fuegos de gusto y satisfacción es despertar un demonio compañero y cómplice que nos facilita prescindir de la gente, su insulsa, desabrida y parca nimiedad. El suave crepitar del inicio del fuego tiene un canto a desprendimiento, a desgarre, a parto de dragón. Es entonces cuando te alejas de la vida cotidiana y se abre la revelación que te hace más. El veneno en tu sangre te divierte y eso que antes era materia se torna humo evanescente. Vida es muerte, todo es vano, nada se graba en la roca para que permanezca, el legado se hace con señales de humo.

Tal claridad de visión y comprensión hacen que sea obvio el canje de mis segundos de ardiente placer por algunos minutos lejanos de mi ajeno y conocido futuro. Otras gentes, encadenadas a condenas o promesas, ambas igual de lejanas y falsas, mirarán con disgusto nuestras meditadas, degustadas, sensuales y ascendentes nubes. Madres represivas, santurrones recién conversos, cadáveres que mendigan minutos extra a las Parcas, niños llorones confinados a burbujas protectoras y —por supuesto— los infatigables buscadores de las recetas de la eterna juventud se mantendrán, como los insectos hematófagos que son, alejados de nuestro feliz hedor a muerte placentera.

2010/04/02

Días después

Difícil de explicar pues nunca ocurrió –el árbol que cae en el bosque y su sonido mudo–. Creo que he soñado. Desperté, caminé. El sueño invisible –inaudible bosque en el que no estuve– luego floreció. La fruta, más tarde, fue pesadilla.

Delirio de fuego azul –“ese azul que los ingleses llaman gris”– en medio de la falsa noche. Vanas palabras, inconsciencia. Feliz ignorancia del que sueña solo: Aves del paraiso que son casuarios con el alba. ¿Fue un disparo aquel relámpago? Perdido proyectil, ¿cuál fue tu andar? ¿Dónde estuviste tan largo tiempo?

Si he muerto, que sea esta la última vez.
La razón material engaña a cualquiera. Matar o herir sería la disyuntiva de la razón final, ¿y qué con ello? No hay sujeto en la oración, sólo complemento directo. Álgebras de palabras ante la tempestad.
* * *
Ruinas han llegado. Gris polvo. Ceniza eterna.
Mil responsos al aire y tanto dinero a las plañideras.
Ajeno es el que se entrega.
–Sobre devuelto al destinatario.–
El folclor debe tener un demonio hueco que ronde la nada.
Aunque no habría razón para que esta sombra visitara lo humano.

* * *

Y allí, una sonrisa. Una sonrisa que no es, que se miente a sí misma. Se llama sonrisa igual que una daga puede llamarse flor. Reír: ¿qué es tal actividad? En su sabiduría infinita, el demonio ríe; el mono [Pan sp.] ríe con un fin que es otro al nuestro; la Luna cambiante ríe a veces al poniente; monjas muertas ríen ante tristes dolientes; por alguna razón inaccesible ríen los bebés. Los signos de Mohenjo-Daro siguen perdidos en el tiempo, nada fuerza a que un signo actual no desaparezca en la misma forma. Hoy esta inmensa roca es hito, luego lindero o lápida y después seguro vuelve a ser canto.

Y al fin, siempre al fin, polvo.

2010/03/13

Teo-market: problema elemental

El buen hombre de Nazareth, llamémosle Jesús para seguir el sentir general, tenía un gran concepto de producto.

Esta nueva nueva, como se le llamó, capturaba las necesidades de un volumen notable de población humana. Y con elegancia su producto las resolvía.

Sin embargo, su red de distribución contaminó las promesas básicas del producto y lo forzó a un empaque voluminoso, monumental.

He allí el problema elemental.

2010/01/31

Carta a Diana

Diana:

Qué bueno saber de ti. Me alegra que te acuerdes de este ingrato sin remedio. ¿Qué te puedo contar? Estoy envejeciendo, sacando barriga, me estoy quedando calvo y con cada vez mayor frecuencia pienso que no sé como se atreven estos muchachitos de hoy en día a vestirse de esa forma y salir así, yo recuerdo mi generación era decente y muy formal, a pesar de los greñudos y del rock. (Ja ja ja)

Pues, como puedes suponer, me está entrando una preocupación extraña y nunca sufrida por los 30 agostos que se acercan y que están ya casi apilados frente a mí. Y entonces piensas en aquellos otoños que pasábamos en los campos, recogiendo girasoles silvestres, allá, cerca de la casa de la abuela... ¿ves?: la pendejada aflora a cada rato. Entonces a veces ando taciturno, pensando en lo que al parecer ya no hice, y luego eufórico, haciendo planes para ver si todo lo que falta se puede compactar en un fin de semana desenfrenado... o bueno, al menos agitado... e incluso, ni siquiera eso, porque golpeado por la treintañez (prematura, por cierto) los sueños que aparecen no son los locos y rockanroleros de otros tiempos, sino una pareja estable, una relación tranquila, de crecimiento, una hija, con los hermosos ojos de la mamá a la que le pueda leer en las noches y que ... ¿¡¿¡¿VEZ!?!?!?

La treintañez ñoña y sus nada interesantes crisis. No es la pelea contra el mundo de la adolescencia ni el descubrimiento encantador de la niñez, sino un terrible y afanoso check list de qué es lo que la gente espera de mí y qué espero de mí, y todo son esperanzas, pero realmente no son esperanzas sino angustias porque, por ejemplo, aparece una Fulana que no es Fulana sino Zubiría Urrutia, pero que por destellos extraños parece estar deslumbrada por estos artilugios míos, y me pregunta que si la llevo a la casa porque para ella el carro hace parte del organismo, una que se desarrolla cuando se alcanza la madurez económica (como la barba o los cuernos) y las glándulas comienzan a excretar deudas, fiducias, letras de pago y cosas de esas, y la misma Fulana Urritia Zubiría, u otra porque al fin una Pérez Gómez también quiere que de noche la lleven cómoda a su destino, porque el carro justamente simboliza el destino cómodo (aunque ésta sí entiende que el carro el apartamento y todo es un pacto con los demonios bancarios), se asombra al ver que mis ruedas están ancladas en una bicicleta en la casa de mis papás y se viene un ¡¡pero ¿cómo? ¿todavía vives con tus papás?!! que no es calmado con la real pero poco creíble historia de les estoy ayudando a ellos, no son ellos los que me soportan.

Pero uno ya es gente seria, de esa que se toma un expreso porque requiere esas dosis de empuje a falta del exceso de hormonas. De esa seriedad que lo lleva a uno a tomar RedBull, no para seguir la fiesta, sino para que a las once de la noche y luego a las tres de la madrugada no te traicione el cuerpo y te quedes dormido sobre el proyecto que el cliente quiere ver mañana a las ocho. Gente seria que se pone corbata cada vez más, símbolo también de que el cuello está cada vez más apretado, y no sólo para ocasiones de júbilo protocolario sino para "reuniones, laborales, casi ejecutivas", en las que se ferian las obviedades y se regala la hipocresía. Gente seria que piensa en la carrera, pero ya no como el capricho que decidí llevar a cabo, sino como ese tren en el que me subí y no me di cuenta y que ahora me toca ir alimentando y cuidar que no se descarrile, que la pulida locomotora siga en su frenético chucu,chucu, cuando el corazón extraña las parrandas del otro chucuchucú, pensando en que este informe ya no puede tener lo que tenía el otro, que ese juego de deslumbrar es de no acabar, porque los ejecutivos se aburren rápido de un truco fácil que se repite. Gente de la que se pone la mano en la frente y la desliza preocupada hacia atrás por un nuevo desierto frontal y tarda en encontrar la que antes fuera una salvaje cabellera que amenazaba con devorar la frente. Gente que cuando se lava los dientes (mecánicamente y ya sin hacer muecas), descubre de repente aquel brillo claro, premonitorio, aterrador e innombrable que Gardel cantó como la plata en la sien.

Entonces entre ser una gente seria, de esas muchas, indistintas que llenan los andenes, y ser el tipo incompleto, se viene un mareo que uno exageraría diciendo que es existencial, pero no, no llega hasta allá, es un mareo como de la vida, como lo que decía Lenon, que la vida es lo que pasa mientras haces otras cosas, y entonces vas allá y en babor sonríe la vida (en los verdes ojos de ella), pero luego o en ese mismo instante la popa se descuadra y tienes que enviar mecánicos a arreglar el asunto, vienen piratas por el otro lado y la vida sigue, el capitán se ocupa de los piratas, de el viento de babor, los ojos que viene y van con la marea, le intriga del puerto seguro, las playas lejanas, huracanes de Japón y todo se reduce a llegar a la oficina antes que el jefe, a hablar en la reunión para que se note que uno estuvo, coger el tráfico amable, cumplir los compromisos sociales que se pueda, y la cosa sigue, y vienen oleadas y se van cosas y te sientes viejo, y sigues hablando y hablando como para llenar el tiempo pero porque tampoco sabe ya qué decir...

Bueno, Diana, al menos espero haberte entretenido. No es tan serio como suena... sólo soy dramático.