2011/09/23

Yo recomiendo el odio

Yo recomiendo el odio, la fuerza natural e inextinguible del centro del ser. Nada es mejor combustible, nada es más sólido y nada es más duradero. Que arda por siempre el odio inmenso, se derrame por sobre las gentes, que lave la tierra y evapore los mares. Recomiendo el odio como motivo, como motivador, como razón para existir, como forma cotidiana de interacción y como guía metafísica de la conducta. La entidad central, la verdadera savia del universo.


Ansío el día que al fin la ciencia descubra que el bosón de Higgs es odio puro, o que la gravedad es la fuerza del odio que lleva a todos los objetos a lanzarse unos contra otros. No hacen falta loas al odio siendo lo único que escapa a la termodinámica y se expande infinitamente sin requerir energía adicional. El odio, lo intuyo, es lo que incrementa la entropía: La flecha del tiempo señala al momento en que el odio primará, el gran final para este universo de mierda, retornando todo al punto en que las mentiras se desgarran.


La naturalidad del odio es simple y evidente. Crece con nosotros y es mermada, nuestra domesticación consiste en ponerle camisas y restricciones a nuestro odio, a encubrirlo con modales y a retenerlo hasta que se libera en un rapto de genialidad. El niño odia a la madre que se aleja, odia al padre que estorba, odia su hambre mínima, el frío circundante y la mierda en la entrepierna, odia el sol que le quema y la lluvia que le enferma. Odia no poder decir qué odia y odia todo lo que no puede hacer aún. Crecerá para seguir odiando todo eso en formas corruptas y veladas, aprenderá a no desencadenar el odio ajeno para sobrevivir, odiando esa hipócrita forma de enmascarar el odio mutuo, y aprenderá a dosificar el odio propio sobre los similares; luego verá crecer su odio hacia quienes le quitan el dinero y quienes le torpedean la vida, aprenderá a odiar a los que tras despreciables trucos de engaño, clavan sus cuchillos en las espaldas desnudas. El odio llegará a su pubertad ante la imposibilidad de la vida, al reconocer la fuerza perdida, la farsa del mundo, la tristeza vestida de premio y al enfrentar ese premio de estafa que llaman amor.


Urge decirlo: el amor es mentira. El amor es una patraña vil que nos lastima. Codiciosa forma de disminuir el potencial de los seres, de las personas, encapsularlas en burbujas de estupidez y comodidad. El cariño es costumbre, una mentira como lo sabía Goebbels, repetida mil veces y mentida verdad. Todo eso es un apego consuetudinario tramposo, engañoso y letal. Y aun así sirve a mayores propósitos: el quiebre del amor muestra la verdad: muestra el odio puro detrás de las mentiras.


El odio, es honesto y puro. El odio surge allí, justo en la herida, como fuerza inmanente, delatado material del núcleo de todas las cosas. El odio viene de la traición, haciéndolo el don más tranzado. El odio emana de la experiencia, es la sabiduría hecha impulso. El odio no se miente nunca, el odio es puro. Se puede confiar en el odio ajeno, no como con sus esperanzas y deseos. El odio donde aparece es generoso y se multiplica.


Siempre se puede confiar en el odio. Es fácil de hallarlo y se conserva sin esfuerzos.

Motivo

¿Y ya para qué la música si el fin está tan cerca; a qué vienen las palabras si nadie oye?